sábado, 19 de noviembre de 2011

A nosotros tu Reino

Primera escena: una noche como otra cualquiera, probablemente en primavera. Un grupo de pastores que duermen al raso, mientras vigilan las ovejas por turnos, se acercan a un establo semiderruido cercano a las tierras de pasto. Encuentran allí una escena de lo más curiosa: una pareja, más joven ella que él, mira con mimo a un bebé recién nacido acostado en uno de los pesebres ya en desuso. Se arraciman en torno a los animales para conseguir algo de calor para el niño.

Segunda escena: En un pequeño pueblo de Galilea llamado Nazaret, vive una madre viuda con su hijo. Joven ella, joven él. Ha heredado el negocio del padre, al que ayudaba, y ahora lleva el peso de la carpintería. Uno de los sábados, el carpintero en cuestión va a la sinagoga como cada semana. Y se alza para leer una de las lecturas, del libro de Isaías. “Hoy se cumple esta escritura”, afirma el carpintero con rotundidad para el asombro de fieles y rabinos.

Tercera escena: Jerusalén, época de la Pascua. Monte de la Calavera. En ese lugar los romanos crucifican a los condenados a muerte. Ahora hay tres. La crucifixión es la muerte más cruel, la pena reservada a lo más ruin de la sociedad. En este caso, dos ladrones y un alborotador. El alborotador en cuestión ha recorrido el país proclamando determinadas ideas peligrosas para la sociedad establecida, para unos y otros. Le han seguido hasta la cruz un puñado de fieles con su madre al frente. Tipos raros.

El protagonista de las tres escenas, reales o adornadas, es el mismo. El bebé pobre, el carpintero, el alborotador. Es la misma persona en tres etapas distintas de su vida. Y va de incógnito. Sí, sí, va de incógnito. Nadie lo sabe pero es un rey. El rey de toda la creación.

Un rey poderoso, todopoderoso, que renuncia a todo el poder y se hace niño pobre para salvarnos estando entre nosotros. Este salvarnos puede parecer un poco abstracto. Eso quiere decir enseñarnos que se puede vivir de otra manera, desde donde está mi hermano, hacia donde esté mi hermano, con mi hermano. Siendo conscientes los unos de los otros. Teniendo una fe total en Dios, un Dios que es padre y nos ama.
El niño pobre se hace hombre y siendo carpintero galileo predica la Buena Noticia de Dios. Y sin renunciar a la Buena Noticia, a hacérnosla saber y vivirla, llega hasta la cruz como alborotador de la peor calaña. Muere porque ama, a Dios y a los hombres.

Su trono es un instrumento de tortura romano. Su corona, espinas clavadas en la cabeza. Su reino el de Dios, el que estamos llamados a construir nosotros. Así que es Rey porque queremos que sea su ley, su amor, su entrega y su vida y muerte la que gobierne nuestras vidas.
El Rey sigue de incógnito, entre los próximos. Está llamando a la puerta. Ya viene. Y nos pide que estemos alerta, que preparemos su llegada.

Nos pide que abramos nuestra puerta y le llevemos con nosotros donde está nuestro hermano. Así podremos construir ese mundo nuevo del que nos habla, podemos decirle a nuestro rey que venga a nosotros su reino.

Feliz día,

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