viernes, 14 de enero de 2011

Tiempo para todos

Por Juan R. Gil, aspirante operario de España

Pensaba yo hoy en una iniciativa que leí en algún sitio que funcionaba en pequeñas comunidades, parroquias, barrios, asociaciones de vecinos y padres… Los llaman “bancos de tiempo”. Resulta que puede ser que yo tenga libre todos los días de 7 a 8 de la tarde. Y pudiera ser que alguien necesitara de mí en ese lapso. Ofrezco mi hora diaria al banco de tiempo. A su vez quizás me sea imprescindible que mi vecina cuide de mi hijo a las 10 de la mañana hasta las 11.30. Y en el banco de tiempo ella ha ofrecido esa hora. Intercambio fácil, trueque tan antiguo como las sociedades (se estudia en Conocimiento del Medio). Según el blog sindinero.org, en noviembre funcionaban en España 163 bancos de tiempo.
El banco de tiempo de los Barrios Altos de Bilbao nos cuenta: “La salud de las comunidades depende de la creencia de que las acciones del presente tienen gran significado para el futuro.” Es probable que pensemos que tenemos poco que ofrecer al resto. Tal vez tiempo…

En Portugal, y supongo que parecido en otros países y otras lenguas, a lo que en España llamamos en la Iglesia Tiempo Ordinario, lo llaman Tiempo Común. Es una curiosidad sin mayor trascendencia, quizás. Ordinario, aparte de las connotaciones peyorativas de la palabra, suena a un tiempo sin más, un tiempo anodino que pasa y puede pasar sin que nosotros y nuestras vidas pasen por él. El Director Espiritual del Aspirantado nos exhortaba, como hacía el año pasado por estas fechas, a conseguir hacer del tiempo ordinario, del día a día, un tiempo extraordinario para hacer presente a Dios en nuestras vidas.
Don Luis nos trazó un camino bastante iluminado. Tiempo Común, pensaba yo sentado en mi butaca de la Capilla. Tiempo Común. Resulta que la primera entrada en el diccionario de la Real Academia es la siguiente: “adj. Dicho de una cosa: Que, no siendo privativamente de nadie, pertenece o se extiende a varios.” Así que el Tiempo Común sería el tiempo que no pertenece a nadie porque pertenece a todos… Un tiempo para todos

¿Nunca habéis usado la expresión “no tengo tiempo”, a veces suavizada con un posterior “ahora” que quiere absolvernos de toda culpa? Yo la uso mucho, especialmente con los voluntarios de Cruz Roja. Lo cuento porque siempre me quedo pensando en ellos, que dedican su tiempo a informarme de en qué puedo echar una mano, y respondo que no tengo tiempo para atenderles. Resulta que una vez paré y charlé con ellos, y llegué a la conclusión de que tampoco tenía tiempo para meterme en la ONG.
Quizás no para actividades concretas, pero podríamos plantearnos hacer de nuestras vidas un continuo banco de tiempo, estar disponibles para nosotros mismos y para los demás. Probablemente no nos apetezca a lo largo del día estar sentados delante de un ordenador ocho horas rellenando informes o traduciendo libros, o asistir a clase y tomar apuntes cinco horas, ni estudiar. Limpiar la casa o planchar nos llena de tedio. Y sin embargo es una gran inversión de tiempo. Para nosotros y nuestro futuro, para los que tenemos al lado. Y sigue sobrando tiempo. Porque lo hay para descansar, pero también nuestro día a día puede convertirse en una buena cartera de inversiones del particular banco. Hay mucha gente necesitando ser escuchada y ser ayudada, quizás un breve saludo baste, o una visita más amplia.
No habrá entidades financieras ni expertos bursátiles diciéndonos donde mejor poner nuestro tiempo. Así que toca lo de siempre, seguir en actitud de adviento y estar atentos a lo que nos rodea, a los otros y al mundo.

Y sentado en la butaca de la Capilla (lo repito, porque no es buena actitud de inicio, habrá que levantarse y caminar) vi claro que me gustaría convertir mi vida en un banco de tiempo, y transformar unos aburridos meses de tiempo ordinario en un tiempo común, que mi vida sea para todos, que la vida es más si la comparto. Y entonces, esa tarde, mi tiempo ordinario se convirtió en el de todos, y por serlo, en extraordinario…

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