sábado, 22 de enero de 2011

Siempre llamas...

Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo:

-Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.


Y llamas, Señor, siempre llamas
en la lumbre de una casa
calentada por la leña,
en la sonrisa envuelta del frío
del crudo invierno.
Y en las huellas dejadas en la playa,
hechas de arena y tiempo que pasa.
Y me llamas a tu encuentro.
Y ya no sé,
no sé si atreverme a seguir,
si dejar de coser mis redes
para que no se escape la vida
que controlo entre mis dedos.

Al dejarlas navega mi bote,
y vienen olas y fuertes vientos.
Pero sé llegarme a buen puerto,
aquél donde seas tú faro.
Y por eso, porque llamas y me hablas
en una vieja casa de ladrillo,
en el monte, o tal vez entre charlas,
por eso, mi Dios, has dejado la llave
escondida en un árbol,
para que entre en tu casa…

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