sábado, 27 de noviembre de 2010

La vida llega: prepárate y espérala

Por Francisco Casas, seminarista diocesano de Valladolid

Comenzamos el adviento, que es la celebración de la espera del Señor, de su venida a la carne, recordada cada año al inicio del ciclo litúrgico. El adviento es, en un sentido primario la celebración de la espera mesiánica y la preparación a revivir en la Navidad esta presencia de ‘Dios con nosotros’, el Enmanuel. Este es un tiempo de expectación piadosa y alegre, marcado por la aclamación ‘Marana-tha’. ¡Ven Señor!

Esta venida de Cristo a la carne nos estimula a prepararnos para la última aparición gloriosa donde se cumplirán totalmente las promesas mesiánicas, hoy cumplidas parcialmente. Esto es lo que se nos recuerda en el primer domingo de adviento. El adviento, hoy, es ocasión de redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación pasada, presente y futura. El Espíritu Santo, tiene una gran importancia en este tiempo, pues es el precursor del Señor en ambas venidas. Pidamos al que es la Vida y llega, que nos envíe el Espíritu Santo para que nos ayude a estar alerta y preparados cuando Él venga.

La liturgia de este primer domingo pide que nos ejercitemos en la esperanza, la Iglesia hoy renueva su misión escatológica para el mundo y proyecta al hombre al futuro mesiánico del cual la Navidad es primicia y confirmación preciosa. El evangelio de San Mateo (Mt 24,37-44) nos presenta lo que ocurrió en tiempo de Noé, la gente vivía distraída en su pecado, en su idolatría, “y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos”. Algo similar pasó en la primera venida, muchos deseaban que llegara el Mesías y cuando llegó no le reconocieron porque ellos esperaban otra cosa. El Señor vino una primera vez a un pequeño grupo por un tiempo y volverá una segunda y definitiva vez para todos los hombres y para siempre. Para esta segunda venida se nos pide hoy que nos preparemos, que estemos en vela y oración.

La espera a la que estamos llamados tiene sentido, pues esperamos a alguien de quien tenemos la certeza que vendrá. Esta espera no consiste en estar sentados sino que es un ir al encuentro, estar preparados, vigilantes, con anhelo; como cuando vamos a recibir en casa a alguien que queremos y estimamos: estamos nerviosos hasta que llega, con todo bien limpio y colocado… a esta espera es a la que nos llama el Señor.

Al celebrar la Navidad estamos recordando y anticipando la segunda venida de Cristo y recordamos que debemos estar preparados no nos ocurra como a los del tiempo de Moisés, seamos como ese guardián que está en vela para que no le quiten aquello que quiere. La vida es un constante adviento, un constante estar preparándonos para la llegada plena de la Vida con oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la celebración de la Eucaristía, con la confesión…

Preparémonos interiormente durante este adviento y durante toda nuestra vida para recibir al Señor, a la Vida que llega.

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