lunes, 19 de noviembre de 2012

Desde Santiago de Cuba

Gabriel Jiménez Franco (Zaragoza, 1970) es sacerdote operario, actualmente administrador del Seminario San Basilio de la Archidiócesis de Santiago de Cuba (de la que el Padre Claret fue Arzobispo). Es conocido y amigo de muchos de nosotros desde su ministerio como sacerdote primero y párroco después de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Almudena de Zaragoza (España), recordado por su tarea en Pastoral con Jóvenes. Nos escribe desde Cuba para contarnos su experiencia tras el paso del Huracán Sandy por aquel país hermano. Mientras nosotros asistíamos en las noticias a cómo los ciudadanos de Nueva York, capital del Primer Mundo, se defendían del clima, estos hermanos nuestros más necesitados lo sufrían en silencio...

Esto está escrito el día 6 de noviembre del 2012, días después de los sucesos, así que no todo lleva el ritmo y el orden, pues los recuerdos e ideas son muchos y van fluyendo. Desde luego hay también muchas opiniones personales, pero desde esta experiencia. Bueno, intentaré ser breve y colgar alguna foto en el face, cómo no, pero eso ya saben que eso es con calma. 

De entrada, gracias a todas las personas que se han preocupado por nuestra salud, estado… gracias, y por vuestras oraciones. Podríamos decir, de entrada, que el ciclón ha dejado al descubierto la miseria que ya había, pero camuflada, en este país, especialmente en esta ciudad (y alrededores), como alguien dijo en un diálogo hace unos días, y creo que no me equivoco si digo, a todos los niveles, no solamente de casa… sino socialmente, políticamente… 
Bueno, la noche del 24-25 fue larga, muy larga, suerte que no trajo mucha lluvia, pero los vientos… La gente (de Iglesia, claro) dice y habla de la “noche oscura de Jesús”, bueno, esos momentos de dolor de la oración del huerto. La verdad que es ‘impresionante’ (en 2 palabras) Una noche muy dura desde luego. En el seminario Rafa (operario español, el rector) en su pasillo (al otro lado del seminario) y yo en el mío, los seminaristas y Manuel (operario venezolano) en la casa del Cobre, de retiro, pasaron lo suyo también. Yo no sé si los del tiempo no se enteraron de nada o lo dejaron ‘pasar’ (esto, no me extrañaría en este país, así la gente se calma y vuelve a ocuparse de lo suyo, “construir” la ¿casa? Y “resolver” el alimento, sin meterse en otros “asuntos”, por así decir). El tema es que el 24 al mediodía seguían hablando de ciclón fuerza 1 sin más historias, sin problemas vamos. Y por la noche, tarde, es cuando el jefe del partido, de Santiago, dice que va a ser gordo y devastador, vamos, eso dice alguna gente que lo vio en la tv, yo no lo vi ya, pero vamos, por la noche ya, y poco después cortaron la luz ¿qué querían que hiciéramos? 
Días después la gente se quejaba de que no se había hecho nada, no limpiaron alcantarillas, no podaron o cortaron árboles… como hacen siempre que hay, simplemente, una tormenta tropical, no se protegieron en casi ningún sitio cristales, ni en el aeropuerto… ¿por qué? Hasta a los meteorólogos los llamaron a trabajar esa noche a la oficina, y la que pasaron allí, que se hundió, vamos. Es decir, cosas inexplicables, bueno, para acá sí, cómo no. 

La noche, terrible, desde luego, aunque yo confiaba en este edificio, pero no me fiaba tanto de la loma o los muros, si venía mucha agua. Golpes fuertes, el viento soplando a toda pastilla, vamos, peor que ir a más de 160km/h en la moto con la visera del casco levantada. A eso de las 22’00 ya había mucho tiempo, pero en Zaragoza, acostumbrados al cierzo, pues bien, más tarde, ya cortaron luz, así que apagué el laptop (portátil vamos, estaba viendo una peli ) y me fui a la habitación. El aire ya era muuuuuchoooo. Así fue aumentando, y aumentando… Ya era mucho, mucho ruido, golpes en las paredes, puertas, ventanas, techo… yo intenté sujetar alguna ventana… pero nada, a las 2’30 am me fui a la cama, no a dormir, pues con el ruido del viento, de las puertas, ventanas, cristales… cayendo, y otros fuerte ruidos que no sabía qué eran (lo descubrí por la mañana, las chapas de los tejados de los vecinos, palos, maderos, vigas, piedras…) no se podía dormir uno ni por asomo, vamos. Hubo un tiempo de pausa, se calmó (el ojo del huracán, vamos), pero sobre las 2’30, cuando me fui a la cama, volvió de nuevo con más violencia. Bueno, a eso de las 5 am sonó el teléfono público que tenemos, es el que ha estado funcionando siempre, manda narices. Imaginé que era para los vecinos, así que no lo cogí, óyeme, pasaba de salir a la calle, que no se había serenado todo, y uno es valiente, pero vamos… Nada, poco después se fueron calmando los vientos y se oía a la gente en la calle. 

A las 7 (o antes, ya no recuerdo) coincidí con Rafael recogiendo restos dentro del seminario, salimos a la calle, pufff, imagen de guerra, nada más salir 5 casas vecinas hundidas del todo, y sin tejado, ni se cuentan. El seminario llenos de chapas de tejado de los vecinos de alrededor, en el patio trasero de la cocina, en el patio interior, en el tejado, en la puerta principal, restos de maderas de vigas, restos por todos lados de uralita de los tejados del barrio… La gente recogiendo chapas, maderas… para ir tapando los agujeros de los techos como podían… La visión desde el tejado del seminario, que nunca es una belleza, ya se pueden imaginar, terrible, imágenes de guerra vamos. Hablamos un poco con algún vecino cercano mientras los 2 empezábamos a ver el seminario y lo que había pasado, un muro tirado, cristales, el portón grande metálico del garaje al suelo entero, la puerta de madera grande de entrada de la Iglesia salió disparada hacia fuera, como pudimos, con otro vecino, la levantamos y le puse unos tornillos y clavos momentáneos, había que cerrar de alguna forma, tiró y reventó la puerta del camarín de la virgen, y la Virgen de los Desamparados que presidía pasó a ser historia, 3 habitaciones de los muchachos inundadas pues el aire rompió los pestillos de las ventanas y las abrió, levantó un trozo, unos 2-3 metros cuadrados de suelo del tejado, la casa por dentro llena de papeles, mapas de clase, carteles, cuadros caídos… (el viento se paseó lo que quiso por dentro, sacando todo de su sitio) y alguna cosilla más, los plataneros en el suelo, el limonero, las higueras y otras matas que teníamos plantadas, vamos, esta casa aguantó sin problemas. Pero fuera, el panorama… 
Después pasamos a ver cómo estaba la gente que hay subiendo un poco la loma nuestra, ahí, las 3 casas de madera y ladrillo que había encima nuestro, hundidas prácticamente en su totalidad, y otras 2 casas más en la acera contraria, hundidas totalmente. A eso de la mitad de la mañana, poco antes de almorzar, vinieron los seminaristas y Manuel (el operario venezolano) del Cobre, donde por la noche “aguantaron” a Sandy, les cayeron los falsos techos, volaron las tejas francesas, entrando el aire, el agua… vamos, lo normal en estos casos. Así que ya nos ayudaron a reorganizar el tema, poco a poco, esto nos ha llevado días, estamos en ello. En la calle, pues ya se pueden imaginar, escombros, suciedad, gente con cara de sorpresa, alucinados y como idos. Fuimos sacando restos de los tejados de los vecinos que nos habían llegado, ramas, maderas, cristales… a la calle, ahí se fue amontonando todo junto con lo de los vecinos, como en el resto de las calles de la ciudad y de los pueblos de alrededor, en kilómetros. Resulta que el ciclón no fue fuerza 1 sino mayor, resulta que no entró más alejado de Santiago como decían, sino de lleno por esta zona, resulta que… muchas cosas. Así pasó el primer día. 

Al día siguiente, si mal no recuerdo, seguimos limpiando y visitando a vecinos y a gente de la comunidad, algunos con pocos daños, las casas de placa (es decir, techo de cemento liso, sin chapas, sin tejas…) y que son de ladrillo o bloque y han sido restauradas o hechas hace menos tiempo. Pero un montón de casas perdieron total o parcialmente el tejado y otras hundidas, sobre todo las de madera. Desde el tejado nuestro se veía claramente, por ejemplo una cercana sin tejado y tenía “puesto” por el ciclón, el tejado retorcido, con vigas y todo, de otra casa. Árboles caídos por todos lados… 
Al día siguiente, seguimos las visitas y fui al barrio de Sueño, a ver la parroquia de S. Antonio María y Claret, la lleva el párroco más mayor del clero de Santiago. Al llegar… bueno, escombros, no había parroquia, quedó solamente la pared del altar con el cristo colgado, un poco golpeado, el resto, ladrillo amontonado en el suelo, y los vecinos cogiendo los ladrillos, etc. para ellos. Se habló con ellos para que respetaran el altar y dijeron que sí. La casita en la que vive el cura, bien, al igual que él. La gente hablaba de esa pared y ese Cristo. Manejar, conducir, por la ciudad, ya pueden imaginar, bueno, los que mejor lo pueden imaginar son si algún soldado ha estado en zona de conflicto, cómo quedan las calles, y los que han estado por acá, si ya es difícil, lo multiplican por lo que quieran. Manuel ponchó una vez (bueno, pinchar, pero acá se dice así) yo por suerte (toco madera) ninguna, por ahora. Pero lo malo es dónde arreglas los pinchazos, con las casas así, sin luz… El gobierno ya mandó gente a tomar nota de los destrozos en las casas, al menos por la ciudad, menos en la nuestra, a día de hoy. 
Al otro día, creo, yo fui con 2 seminaristas a un pueblo pegado a Santiago, a Cohabitas, a visitar a la gente de la comunidad, de la Iglesia de ese pueblo. Allí, la primera casa, una casona estupenda de madera, bueno, fue estupenda, más de la mitad desaparecida, junto con la mayoría del tejado. Nos invitaron a ¿entrar? Y un café. Allí la señora, su hija y su yerno, y las 2 nietas. Muebles tirados, mojados, rotos, los libros todos desbaratados, árboles y matas rotas… el desastre. Suerte que un gran árbol (acá dicen mata también) no calló hacia la casa, sino… Bueno, nos contaron la noche, todo el mundo te la cuenta. El yerno, de meteorología en su trabajo (la casa que se hundió también, que decía antes) ellas 4 se acabaron encerrando en el cloche (que dicen, un armarito, tipo como el que queda en un hueco de escalera) porque era lo que estaba en pie y algo más fuerte, casi en el centro de la casa, las 4, con todo el ciclón y la casa volando, la puerta sujetándola entre las 3, y a las 00’00 la peque, cumplía 1 añito, así que su hermanita (tendrá 5-6 o así) su madre, es joven, y su abuela, le cantaron el cumpleaños feliz. 
Anécdotas. Seguimos caminando y visitamos alguna casa más, tuvimos que salir con el carro a la autopista, pues la carretera del pueblo estaba cortada y no se podía pasar. El panorama por la autopista, todos los árboles ‘podado’ a lo bruto, claro y un montón de ramas, troncos… en la autopista. Así llegamos al otro lado del pueblo. Una casa medio destruida, hablamos con la chica joven que es de la comunidad y fuimos a otra ¿casa? ¿Dónde estaba? La señora, que vive sola con su madre en silla de ruedas y que no se entera de nada (la madre) y necesita todos los cuidados. Bueno, la casa voló, sabíamos que entrábamos por el suelo que quedaba de baldosa. Ella había cogido restos de madera y había hecho una ‘casita’ en el rinconcito que quedaba. Ellas 2 bien, antes del ciclón se habían pasado a la casa de placa de los vecinos de al lado. Vamos, una historia. Pero nadie del gobierno había ido a verles ni a nadie del pueblo. Otra casa partida por la mitad por una palmera… 

Visitamos más, no voy a ir diciendo de todas. En otra, la familia bien y la casa de placa bien, delante de la de ellos, su sobrina, casona de madera, solamente quedaba un trocito de tejado y un trozo de pared de atrás, eso sí, tenía los cristales intactos, el resto, escombro en el suelo. Los de esta casa se iban a meter en un armario, para estar más protegidos cuando se desmoronaba la casa, no lo hicieron y al poco, el armario salió volando. En la casa de enfrente, que se hundió casi toda, se refugiaron en un armario y les fue bien. Este otro vecino tenía un frigorífico fuera, con candado… con carne… Bueno, durante el ciclón, desde la casa que se hundió, vieron como había gente robando el frigorífico. Así pasó en muchas casas que se hundieron, durante el ciclón ya había gente robando en ellas. Por eso la preocupación de la gente nada más acabar, coger palos, maderas, chapas lo que fuera para poder cerrar un poco la casa y que no les robaran. Bueno, vimos más familias, casa, “no casas”… Así pasamos un buen rato. Después los 2 seminaristas y yo nos fuimos a otro pueblo pegado a Santiago, al Caney, famoso por sus frutas. En el transcurso de esto fue cuando dijimos que teníamos que echar un par de palas al carros, porque las calles… 

Ya seguiré contando.

Gabi Jiménez
Santiago de Cuba

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